Me invitaste a bailar (y yo descalza).
Salimos, ya no sé ni por qué puerta,
dando pasos de ciego.
“Tú déjate llevar, verás que fácil”.
Y sin coreografía, sin ensayos,
dibujamos un vals sobre la vida
–alegre vals de locos y felices–.
No parar de reír pisando piedras,
de puntillas al sol burlar la muerte
y no temer a tanta cuerda floja.
Yo no sé en qué momento
decidiste soltarme de la mano.
Te fuiste y me dejaste dando tumbos
(una peonza huérfana de hilo).
Hoy soy la bailarina de la caja
a la que diste cuerda para un rato
y aún gira en la corteza de tu ausencia
desgastando su danza sin sentido.
(Recitado)