jueves, 22 de mayo de 2008

Ella sabe mirar



Una escritora es esencialmente una espía
Anne Sexton

A Sonia Fides y sus certeros ojos


Sabe bien el zahorí desmenuzar desiertos
y hallar la fuente en el calor más árido.
Siempre discurre el río cerca de quien lo siente.

Ella canta desnuda en los balcones
y enciende los metales de la noche;
- lluvia, fluyes de mí-
dicen los pétalos
de su piel, cuando empapan la lucidez del sueño.

Ella escribe el ahora de lo cierto;
siembra la herida con su voz prodigio,
y arrebatadas huyen las tormentas gramáticas,
arrugadas, vencidas de su espanto
por la bendita luz de la metáfora.

Ella explora el camino de sus pasos,
no la aturde el clamor de los silencios
y desarma la sombra con su estilete -rayo
de palabras-.
Sus ojos son verdades
que desmienten a todos los fantasmas.

Ella sabe mirar y ser mirada.

martes, 13 de mayo de 2008

Fundido a negro

Foto: Juan Francisco Belmar



Estaba todo claro en nuestro llanto,
tu idilio con el mar, mi sol oscuro,
la sombra del futuro yendo a solas
a beber de los charcos de la vida que fuimos.
Cuánta espuma de mí, vuelta fracaso,
volcaba un ultimísimo te quiero
sobre el acantilado de las horas.
Cuánto jirón de tiempo, consumido en desdicha,
se me vino a los años.
Porque tú estabas lleno de verdades
afiladas y exactas,
y amargamente supe que hay derrotas
anunciadas como un día siguiente,
y que el dolor es más que un apellido
cuando revienta el pecho,
y que el amor no crece con palabras
aunque inventen poemas.
Y que nada le importa a los caminos
que los llenen de muertos.


viernes, 2 de mayo de 2008

Nada que decir


No tengo nada que decir a nadie,
pero busco el silencio,
y el silencio se escapa
por la puerta entornada de la noche.
Unos gatos dispersan sus maullidos
entre las espirales de mi mente
-cascabeles en fuga
para mi mano hastiada de escribirme-,
sobre la mesa un libro que me llama,
cartas por responder,
y un cestillo de enseres que requiere
más limpieza y más orden;
“siempre hay tanto que hacer en una casa...”
-me decía mi madre-,
pero ahora no puedo distraerme
de la razón del alma.
Algo dentro de mí toma las riendas,
una necesidad inevitable
de copiar esta imagen, de retener fragmentos
que ya no volverán a repetirse.
Y cuento en las paredes el peso de mi sombra,
la equidad de los días
y esa armonía antigua que revela
el preludio a la muerte.
La luz hierve en el borde de mis ojos
y al fin la soledad se vuelve lenta.
Va remitiendo el miedo.
Todo está preparado para el sueño;
a qué perder el tiempo con poemas
si a nadie tengo nada que decir.