Estaba todo claro en nuestro llanto,
tu idilio con el mar, mi sol oscuro,
la sombra del futuro yendo a solas
a beber de los charcos de la vida que fuimos.
Cuánta espuma de mí, vuelta fracaso,
volcaba un ultimísimo te quiero
sobre el acantilado de las horas.
Cuánto jirón de tiempo, consumido en desdicha,
se me vino a los años.
Porque tú estabas lleno de verdades
afiladas y exactas,
y amargamente supe que hay derrotas
anunciadas como un día siguiente,
y que el dolor es más que un apellido
cuando revienta el pecho,
y que el amor no crece con palabras
aunque inventen poemas.
Y que nada le importa a los caminos
que los llenen de muertos.
7 comentarios:
Vino voy a llamarte desde ahora,
porque tu esencia, dulce y avocada,
entre la oscuridad mas descarnada,
con el tiempo y las sombras se mejora.
y llegó con tres heridas
y la tórtola cantaba
anochecía
Bellísimo poema. Nos ha dado a los dos hablar de la muerte...
claro que no... los caminos se hacen caminos porque los hacen los vivos...
qué mal sabor de boca me dejó al final... pero muy bello!!
Comentarte algo a ti es repetirme, lo sé. Pero lo siento, hay veces que no encuentro las palabras. Que te sirva, al menos, que vengo con mucha frecuencia a tumbarme en tus versos y a llenarme de la luz de tu hoy negro.
Un beso grandísimo.
Eres... ¿Minerva Amante?
Es que leyendo tus poemas me recordaban inexorablemente a alguien. No a alguien difuso, mezcla de varios álguienes, sino a alguien. Y luego viendo tu nombre completo ya lo asocié a alguna búsqueda que hice en su tiempo por San Google intentando saber más de ti.
Igual me equivoco. Pero creo que te he encontrado. ¬¬
Jeje, un besazo.
Ahi ando, siguiendo tu "hilo fràgil" que tanto contradice la solidez de tus palabras, en fin... yo sigo en este laberinto buscando un anaquel donde reconozca aquel libro prometido.
Un beso.
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