jueves, 11 de septiembre de 2008

Afasia

Hace días que olvido ciertas cosas,

como enlazar palabras en poemas,

que se seca el calor de mi lenguaje,

que mi dialecto no lo entiende nadie.

Hace días que encuentro entre los libros

impresas casi todas mis ideas,

que trato de escribir, y no es posible,

que la deleble tinta es una sombra

que hace enturbiar la cal de mi cuaderno.

Hace días que no sé lo que digo,

que mi lengua es la carne torpe y lenta

que enmudece los surcos de mi aliento.

Hace días que expreso este silencio

en el que habitan todos los idiomas.

No sé que extraño mal me está atacando

que ya no sé decir ni cómo te amo.

miércoles, 25 de junio de 2008

Y sin saber ni cómo

Te levantas un día
y sin saber ni cómo,
te han crecido dos alas
encima de los ojos;
se van por la ventana
como gorriones locos
en busca de su nido,
y puedes ver aquello
que antes te era lejano.
Su vaporoso vuelo
va aplacando distancias
y el firmamento entero
se te entrega sumiso,
y lo cruzas cantando
hasta esos otros ojos
abiertos de esperarte.
Los miras y te miran
y en el aire se encienden
como luz las palabras,
preclaras, sin adornos…
Hoy, ahora, te amo.

martes, 3 de junio de 2008

¡Adiós a los telares!

Cada vez que un hombre
me abandona
me vuelvo más hermosa.
Más hermosa...

Maram Al_masri


Y que tú no sospeches mi presencia,
y te sientas a salvo
en esa fortaleza sin deseos
donde el plomo te ajusta los zapatos;
que ni tengas siquiera una caricia
bajo la piel cubierta de armaduras
que te oprime los dedos;
que la seguridad te vuelva manso
y el tiempo te envenene de nostalgia.

Yo desde los escombros de tu pérdida
sembraré nuevos mundos más propicios,
en los que Ulises nunca pierda el norte.

¡Adiós a los telares!

Yo ya pagué por tantas odiseas,
me supe desnudar como una diosa
y amar al más mortal de los cobardes.

Mi castigo es el peso de mi llanto,
y que la pena no me vuelve bella.

jueves, 22 de mayo de 2008

Ella sabe mirar



Una escritora es esencialmente una espía
Anne Sexton

A Sonia Fides y sus certeros ojos


Sabe bien el zahorí desmenuzar desiertos
y hallar la fuente en el calor más árido.
Siempre discurre el río cerca de quien lo siente.

Ella canta desnuda en los balcones
y enciende los metales de la noche;
- lluvia, fluyes de mí-
dicen los pétalos
de su piel, cuando empapan la lucidez del sueño.

Ella escribe el ahora de lo cierto;
siembra la herida con su voz prodigio,
y arrebatadas huyen las tormentas gramáticas,
arrugadas, vencidas de su espanto
por la bendita luz de la metáfora.

Ella explora el camino de sus pasos,
no la aturde el clamor de los silencios
y desarma la sombra con su estilete -rayo
de palabras-.
Sus ojos son verdades
que desmienten a todos los fantasmas.

Ella sabe mirar y ser mirada.

martes, 13 de mayo de 2008

Fundido a negro

Foto: Juan Francisco Belmar



Estaba todo claro en nuestro llanto,
tu idilio con el mar, mi sol oscuro,
la sombra del futuro yendo a solas
a beber de los charcos de la vida que fuimos.
Cuánta espuma de mí, vuelta fracaso,
volcaba un ultimísimo te quiero
sobre el acantilado de las horas.
Cuánto jirón de tiempo, consumido en desdicha,
se me vino a los años.
Porque tú estabas lleno de verdades
afiladas y exactas,
y amargamente supe que hay derrotas
anunciadas como un día siguiente,
y que el dolor es más que un apellido
cuando revienta el pecho,
y que el amor no crece con palabras
aunque inventen poemas.
Y que nada le importa a los caminos
que los llenen de muertos.


viernes, 2 de mayo de 2008

Nada que decir


No tengo nada que decir a nadie,
pero busco el silencio,
y el silencio se escapa
por la puerta entornada de la noche.
Unos gatos dispersan sus maullidos
entre las espirales de mi mente
-cascabeles en fuga
para mi mano hastiada de escribirme-,
sobre la mesa un libro que me llama,
cartas por responder,
y un cestillo de enseres que requiere
más limpieza y más orden;
“siempre hay tanto que hacer en una casa...”
-me decía mi madre-,
pero ahora no puedo distraerme
de la razón del alma.
Algo dentro de mí toma las riendas,
una necesidad inevitable
de copiar esta imagen, de retener fragmentos
que ya no volverán a repetirse.
Y cuento en las paredes el peso de mi sombra,
la equidad de los días
y esa armonía antigua que revela
el preludio a la muerte.
La luz hierve en el borde de mis ojos
y al fin la soledad se vuelve lenta.
Va remitiendo el miedo.
Todo está preparado para el sueño;
a qué perder el tiempo con poemas
si a nadie tengo nada que decir.

lunes, 21 de abril de 2008

Palabras inútiles

“Este inútil trabajo de quererte
que tú no necesitas”
Luis Cernuda.
.
.
No lo supiste nunca, estabas ciego
de la infinita noche del poeta,
vestías tu paisaje nemoroso
de una tristeza pálida y remota.
Para acallar mis ojos que eran tuyos
urdías soledades con palabras
oscuras y tenaces.
Yo en cambio vi la luz venir de lejos,
una inquietante luz que me hizo nueva,
más llena, más de ti, más flor de carne.
Bastaba con sentir que estaba vivo,
que el amor era el borde de tus manos
descifrando mi nuca,
y escribiste que el tiempo se escapaba
sin merecer la pena…
Lo perdimos
en un clamor de trenes sin salida,
como lo pierden todos los cobardes.
Nos merecimos esta torpe muerte.
Qué inútil cultivar una esperanza
sobre el cadáver de una tierra yerma.

jueves, 10 de abril de 2008

Esto no es un adiós


¿Serás, amor
un largo adiós que no se acaba?

P. Salinas




Yo sé que no me diste una promesa,
ni un perro guía para mi ceguera,
ni un espejo guardián de la memoria.
Sé que me viste a ratos
con los ojos profundos de un abismo
cuando tu corazón era un incendio intenso
y yo tan sólo un cuerpo
en busca de refugio
y estaba prohibido amarme
como si fuese una mujer o un alma libre.

Para entender mis horas de tinieblas
te faltó desmantelar mi sangre
y encontrarme preguntas
que sólo me llenaste de silencios.

Yo, que sólo era estar para tus manos
como un árbol inmóvil
que brindaba el apoyo de sus ramas,
ahora por fin desprovista de pájaros
he comenzado a andar sin tropezarme.

Y lo que más lamento
es no tener razón para culparte
que esto no sea un adiós…y lo parezca.

Poemiércoles de cenizo

Me levanté temprano para verte,
y sabes cómo adoro dedicar mucho tiempo
a explorar los jardines de Morfeo.
Pero ansiaba decirte algunas cosas
que no tienen espera.
Me salté el desayuno y el espejo;
no te moleste pues mi desaliño:
se debió a tanta urgencia.
Trepé la verja y me enganché el vestido
-por eso voy así medio desnuda
del alma para abajo-
dejando al descubierto arañazos antiguos.
Que no te duelan
pues son de un tiempo oscuro
en que tú no eras gato de mis sueños.
Se me rompió el tacón saltando un charco
(parezco más pequeña que otros días),
y luego no arrancaban mis zapatos...
¡En fin!, que ha sido toda una odisea
llegar hasta tu vida hecha un desastre
para escuchar por voz de la portera
que te mudaste a un cuerpo más lujoso.

lunes, 31 de marzo de 2008

Siboney, pies mojados

...acuérdate de que hubo un tiempo
en que las cosas, milagrosamente, fueron de otra manera
Eloy Sánchez Rosillo



Sólo puedo decir cuánto llovía.
Llovía intensamente
sobre mis pies cuajados de miedo y despropósitos,
sobre mi boca roja de locura,
sobre mi cuerpo en vilo.
Llovía en los cafés, en las estatuas,
bajo la piel y el pelo,
entre las cicatrices.
Llovían los relojes de la prisa
sobre el abismo abierto hasta los besos,
sobre las manos lívidas y solas,
sobre los latigazos del olvido.
Llovía un amargor de cervezas vacías,
de despedidas húmedas,
de pensamientos rotos.
Llovía un mar Cantábrico de lágrimas,
sobre mi pecho hueco,
sobre mi amor mojado.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Bajo la sombra blanca


"He intentado escribir el Paraíso.
Que no os mováis.
Dejad hablar al viento
ese es el Paraíso."
Ezra Pound



Nunca has sido más joven y poeta
que a esta hora cierta en que derramas
profundísimos sueños
bajo la sombra blanca del cerezo,
cuando el tiempo parado se derrite
y una brisa de pétalos
te reviste los hombros.
Las mariposas nadan en el aire
como musas minúsculas,
te salpican palabras y tú juegas
a mover corazones que son piedras.

Quien te quiso menguar como a una leña
arrojada en el fuego del olvido
no conoce el tesón de la madera.

Cuando mandan callar, resquebrajarse,
los desolados páramos del alma,
aún te queda la fuerza de los dedos
-raíz superviviente que restalla-
para romper silencios.

Ahí estás tú


"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca"
José Hierro


Cómo olvidar los bosques que me amaron,
tu corazón de yerba,
esa mirada lenta de la tarde
que pulsaba la voz de nuestros sueños,
una canción vibrando en las colmenas,
un centenar de pájaros, el agua,
y esa esperanza erguida entre los chopos
distrayendo a la muerte.
Cómo olvidar la luz hecha camino,
el valle perezoso de las sombras
hollado por tus pasos,
los lirios de la tierra prometida
que sembraste en mi vientre,
una campana al sol, verbos fugaces
y la paz en las manos.
Cómo olvidar de ti, puerto de espigas,
la caricia creciente, el pan suave,
si aun el latir del viento en el molino
viene a agitar tu nombre.

martes, 11 de marzo de 2008

El laberinto


A Sonia Fides, que puede hablar de mí.


Voy de camino a dónde,
si no hay más pasadizo que el pliegue de las sombras,
si soy barro y ceniza,
si me falta una tarde cubierta de manzanas
para tentar al hombre.
No entiendo este bregar contra la piedra
que fortalece el llanto,
ni este fervor que empuja mi cuerpo a la quimera.
Sólo la soledad quiere besarme
el otoño imprevisto de mis labios.
Después de tanto articular silencios
ya no existe mi voz, ¡estoy perdida!
y el frío de mis manos desnuda la evidencia:
que no soy más que una hoja
en silencio perdida
en este interminable laberinto.
Convoco a los poetas que han amado,
que ellos te hablen de mí que yo no puedo.

lunes, 10 de marzo de 2008

Encuéntrame


Encuéntrame sentada bajo el sauce,
con mi pelo de siempre, mi piel de niña loca,
encuéntrame –silueta de la noche-
junto al áspid brillante de la luna.
Encuéntrame descalza entre la yerba
sembrando de mis huellas el silencio,
sola, como un candil entre la bruma
que le envía señales a tus ojos.
Encuéntrame bordándote unos versos
en la cima cercana de algún monte,
sobre el aullido extraño de las aves,
sobre la sin razón de mi tristeza.
Encuéntrame, muchacho despistado,
que llevo aires del sur bajo el vestido
y un poema de Whitman en los labios.