Aquí
me tienes hoy,
gata
en celo que surca tus tejados.
Las
olas que humedecen balaustradas
me
salpican los dedos.
Voy
arriba y abajo por la calle
de
luz intensa y tuya
mientras
persigo entre los adoquines
ese
rastro de aromas que dejaste.
Aquí,
sobre este banco de sol tibio,
se
le cayó a tu boca algún silencio
–aún
retozan en él alas de ángel–.
Y
este color henchido de lavandas
tuvo
que florecer sobre tus ojos.
Sí,
me parece verte allá a lo lejos
reír
en las buhardillas,
mientras
dejas caer sobre mi pecho
gorrïones
ardientes de tus labios.
Quiero trepar, huir hasta tu
cuerpo,
enmarañar mi piel entre tus manos,
pero
me quedo aquí, gata a la sombra
de
este jardín que vibra como agosto.
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